Una tartana ante la Estación del Norte de Barcelona |
Hace ya 2 años que publicamos un fragmento de
la obra de Josep Pla, "Un señor de Barcelona", que nos servía para ilustrar un
hoy poco conocido medio de transporte colectivo, la tartana larga.
Al contrario que en otras ocasiones, nos negamos a traducir, pues nos hacía
cierto coraje, y creíamos que más pronto o más tarde encontraríamos una
traducción de él.
Esta Navidad un amigo nos trajo esta traducción, corresponde a una
edición del libro de Pla de 1981.
Aunque preferimos siempre la original, LES TARTANES, para
quienes tengan dificultades en la lectura en catalán, puede ser una ayuda.
Curiosamente la publicación de nuestro anterior post sobre las tartanas, se
realizó en los alrededores de Sant Antoni Abad. Ahora dos años más tarde
retomamos nuestro compromiso.
Viaje en tartana.
Puget ha conocido la época de las tartanas largas.
Sí, señor -me dice muy animado-. Yo he ido de San Juan de las Abadesas a Olot en diligencia y de Olot a Figueras, Rosas y Cadaqués en tartana larga. La tartana corta, de dos o tres asientos por banda, era un vehículo meramente particular. En los pueblos se utilizaba para ir a esperar el forastero a la estación, para sacar a misa a la señora encinta o para ir a buscar al cura en el momento de una desgracia. La tartana larga se utilizaba en cambio para el transporte en común y en las carreteras constituía una de las más curiosas amenidades que pueden imaginarse.
Sí, señor -me dice muy animado-. Yo he ido de San Juan de las Abadesas a Olot en diligencia y de Olot a Figueras, Rosas y Cadaqués en tartana larga. La tartana corta, de dos o tres asientos por banda, era un vehículo meramente particular. En los pueblos se utilizaba para ir a esperar el forastero a la estación, para sacar a misa a la señora encinta o para ir a buscar al cura en el momento de una desgracia. La tartana larga se utilizaba en cambio para el transporte en común y en las carreteras constituía una de las más curiosas amenidades que pueden imaginarse.
El túnel era realmente dilatado. Las personas a las que tocaba sentarse
sobre el eje del vehículo -es decir, en el centro del cilindro- viajaban en una
atmósfera de profunda oscuridad. Los ocupantes del fondo vivían como en el
interior de una caverna y su única esperanza consistía en estar iluminados por
algún improbable resquicio de luz penetrando por la pared compacta de
sarriones, fardos, mundos y maletas atadas a la parte trasera del vehículo. En
realidad, luz franca no la tenían más que los viajeros asomados a la delantera;
sin embargo, cuando llovía o nevaba se echaba el párpado del toldo y entonces
el paisaje podía contemplarse sólo bajando mucho la cabeza y contorsionándose.
La tartana tenía un farol de luz de aceite, grasiento, colgado de una púa
situada en su ángulo delantero de arranque.
En el suelo había paja, pero lo que había dentro de la paja constituyó para
mí siempre un misterio insondable. A veces, uno, con los pies chocaba con algún
cuerpo duro; otras aplastaba un morral con algarrobas y salvado; en alguna
ocasión emergía de la oscuridad el gemido de un animal doméstico con un ala o
una pata cogida por nuestros zapatos.
Tartana frente a la casa Estruch en plaza de Catalunya, a principios del siglo XX. |
Un día, en el curso de un largo viaje, noté que un payés, que viajaba en el
fondo del cilindro, interpelaba con inusitada frecuencia a sus más próximos
compañeros.
¿No les parece a ustedes que hace
mucho frío? -decía el payés anudándose la bufanda-. Ya le digo yo que tengo los
pies helados...
Hombre, tanto frío, tanto frío, ¿qué
quiere que le diga? -le contestó un viajero con aire indiferente-. El día es
realmente frío, pero tolerable.
Al poco rato el payés volvió a la carga.
¿Qué si hace frío? -dijo como si
hablara consigo mismo-. Ya les aseguro que lo hace. Hace un día verdaderamente frío.
¡No será tanto! -contestó otro
viajero-. No tenga usted cuidado: este invierno tendrá usted más.
Pues o yo estoy loco o hace un frío
endemoniado.
¿No estará usted con el trancazo?
Cuando llegamos a Olot se descubrió que el payés -que calzaba alpargatas-
había hecho diez kilómetros en la tartana con los pies encima de un saco que
envolvía una barra de hielo rutilante. Era una barra de hielo para un enfermo
grave.
La tartana larga tenía un primer momento alegre, que era el del trasmusleo
o el de trasmuslear -y pase la palabra-. La operación de colocar las rodillas
entre los muslos del viajero de enfrente -única manera de viajar cómodamente en
estos vehículos dada su intrínseca estrechez, operación que fue uno de los
encantos de la actividad errabunda del viajante de comercio-, dio lugar a
muchas anécdotas rijosas y picantes. Desde luego, ello dio origen a muchas
procacidades de un dramatismo entre bufo y trágico. Sin embargo, las
procacidades, en este mundo, son muy escasas y entonces aparecía la etapa
triste de la tartana, que era la más larga. La contemplación de una ristra de
seres humanos tiesos como remolachas, sentados delante de otra ristra, rígidos
como rábanos, inmersos en una oscuridad grisácea, dando tumbos por el mundo,
teniendo, en la parte delantera del tubo, un paisaje cambiante, siempre fue, a
mi entender, un fenómeno extraño.
Josep Pla, 1945 (del libro un senyor de Barcelona).
Curiosamente este texto, me ha recordado que en mi infancia, a finales de los cincuenta, aún existía el transporte en camión de línea.
Recuerdo borrosamente un viaje entre Barcelona y un pueblo del Garraf en el camión del "Joan Pega", los pasajeros íbamos sentados en dos bancos transversales en la caja del vehículo, en el centro estaban las cajas y las enormes lecheras vacías que en su retorno de la ciudad, se iban repartiendo por las casas que tenían rebaños de cabras, en su vuelta cargaría otras que enviarían el láctico a las lecherías de la ciudad.
Viendo así las cosas, puedo pensar lo poco que habían cambiado las costumbres entre los tiempos que describe Puget en la narración de Pla y aquellos años cincuenta de mi infancia.
Curiosamente este texto, me ha recordado que en mi infancia, a finales de los cincuenta, aún existía el transporte en camión de línea.
Recuerdo borrosamente un viaje entre Barcelona y un pueblo del Garraf en el camión del "Joan Pega", los pasajeros íbamos sentados en dos bancos transversales en la caja del vehículo, en el centro estaban las cajas y las enormes lecheras vacías que en su retorno de la ciudad, se iban repartiendo por las casas que tenían rebaños de cabras, en su vuelta cargaría otras que enviarían el láctico a las lecherías de la ciudad.
Viendo así las cosas, puedo pensar lo poco que habían cambiado las costumbres entre los tiempos que describe Puget en la narración de Pla y aquellos años cincuenta de mi infancia.
Finalizaremos el post, recordando a nuestros lectores, que hoy, se inician en Catalunya y en muchos otros puntos, las fiestas de St. Antoni Abad y a partir de hoy Los Tres Tombs, surcarán las calles de pueblos y ciudades.
Mañana por nuestra "ex-vila de Sant Andreu del Palomar" en Barcelona, multitud de carros y bestias de tiro circundarán nuestras calles con la alegría de sus campanas y cascabeles con la tradicional bendición en plaza Orfila.
Y nosotros solamente diremos: ¡¡ Visca Sant Anton!!
Hola amics.
ResponderEliminarEs estupendo i alhora simpátic, aquest relat de Josep Pla.
Pobre pagés!, amb raó tenía fred.
Moltes gràcies per les vostres visites al meu blog.Ara está una mica desvaratat perque s´en anat algunes imatges, es degut els camvis que fan..
Una abraçada, Montserrat
Hola Montserrat,
ResponderEliminarJo també crec que hem de prendre unes petites vacances en el blog, Tenim moltes idees i temes per publicar, però pensem que hem de destinar el temps en altres coses.
També desa que no hi ha correspondència bloguera amb Clariana, una de les principals raons del blog ha desaparegut, sols queda la petita vanitat de publicar coses que ens agrada i que no volem que morin abandonades a una carpeta de col·leccionista.
Gràcies per la teva amistat i esperem que s'acabin aquests maldecaps amb la perduda d'imatges.
Una forta abraçada dels teus amics.
rails i ferradures
Aqui se aprende e se passeia, pelo menos à distância.
ResponderEliminarBeijos e abraços a todos, um carinho muito especial para a querida Clariana.
Feliz semana.
Buenas tardes Teca,
ResponderEliminarAnte todo disculpa el retraso en esta respuesta,
Clariana, que se ha alegrado mucho de tener nuevamente noticias tuyas y te envía toda su amistad y un fuerte abrazo.
Recibe nuestro agradecimiento por este interés.
rails i ferradures
Muito obrigada por trazer notícias de clariana.
EliminarSempre rezo para a melhora dela.
Não se preocupe de tardar em responder.
Todos temos muito a fazer, verdade?
Saúde e paz para todos.
Beijo carinhoso.
Hola Ferrán y Sebastià:
ResponderEliminarVoy a transmitir una anécdota sobre Josep Pla que contó el fallecido Luis Carandell en televisión: “Josep Pla decía que al carrilet de su pueblo al llegar a una determinada cuesta algunas veces le costaba trabajo superarla y entonces ocurría lo siguiente: los viajeros de primera permanecían en sus asientos, los de segunda se bajaban pero no empujaban y los de tercera se bajaban y empujaban”. Como lo oí lo cuento, desconozco la veracidad de ello.
Un saludo y enhorabuena por tan interesante blog.
José Manuel
http://historias-matritenses.blogspot.com.es/
El Ferrocarril de Flassa a Palamos, ( que pasaba por Plafrugell ciudad de Pla) tenía un perfil considerablemente sinuoso con considerables pendientes, en los años treinta y cuarenta con la escasez y baja calidad de los carbones y la pequeña potencia de las maquinas, no sería de extrañar esta anécdota.
EliminarNo hemos sido capaces de encontrar una información que verifique o desmienta la anécdota, podría ser muy bien cierta, pero dada la fina ironía de Pla, pensó que es más bien una parábola sobre sus paisanos del Emporda, los de clase alta, consideraban que se les debía transportar y por tanto consideraban que no debían bajar y en todo caso eran los demás quienes tenían que hacerlo. Los de segunda, simplemente descendían y seguían viendo pasar la vida sin intervenir. Finalmente la clase popular, sabía que si no se arremangaba y empujaba, nadie lo haría por ellos y el tren seguiría parado.
Del libro de Pla “El meu País” extraemos:
Què no s’ha dit del nostre inoblidable tren de Flaçà a Palamós? Hem fet Morir de riure mitja humanitat. Des de l’intel•lectual més delicat fins al viatjant mes imprudent, tothom que s’hi ha embarcat hi ha dit la seva amb una deliciosa espontaneïtat. Les dimensions menudes de les màquines i dels vagons han estat comparades a les dels essers microbians. Hi ha hagut persones que han arribat a Flaçà i davant del reguitzell de capces de cerilles en forma de tren que se’ls presentava al davant s’han negat a seguir marxant. En els fons s’han pensat que no cabrien als vagons, que les portes serien massa estretes i que la maquina no els podria tirar….
Del *libro de Pla “Mi País” *extraemos:
¿Que no se ha dicho de nuestro inolvidable tren de Flaçà en Palamós? Hemos hecho Morir de risa media humanidad. Desde el más fino intelectual hasta el más imprudente marchante, todo el mundo que se ha embarcado ha dicho la suya con una deliciosa espontaneidad. Las diminutas dimensiones de máquinas y vagones han sido comparadas a las de seres microbianos. Ha habido personas que han llegado a Flaçà y ante la retahíla de cajas de cerillas en forma de tren que se les presentaba delante se han negado a seguir viajando. En el fondo pensaban que no cabrían a los vagones, que las puertas serían demasiadas estrechas y que la maquina no lo podrían empujar….
Un saludo: Sebastià i Ferran