domingo, 22 de mayo de 2016

VIATGES ENTRETINGUTS EN TRAMVIA IV




Hace unos meses me ocurrió un pequeño incidente, que casi de inmediato relacioné con un chiste de Castanys, publicado en Patufet en los años veinte: Como en casa no soy el más avanzado en eso que ahora se denominan nuevas tecnologías, de unos años ahora, uso el teléfono móvil más antiguo de casa y hasta hace muy poco usaba uno de los que diríamos no-smartphone, es decir simplemente teléfono.
Cuando este último dejó de funcionar, ya no quedaba en casa ninguno de estas características y heredé uno de mi hijo pequeño, de estas nuevas versiones.
Adaptarme a él ha sido y aún es todo un esfuerzo y en muchas ocasiones se me queda desconectado por falta de batería o bloqueado por razones que me son difíciles de encontrar.
Hasta ahora estos utensilios solo me han sido útiles, además de su propia función comunicadora, como despertador y al disponer de varias alarmas se me ocurrió poner una para avisar que salía tarde de casa por la mañana.
Pues bien, cierto día al coger el tren en Sant Andreu con dirección a Sants, comenzó a sonar la alarma del teléfono.
Aquel día iba tarde, y tal vez atolondrado, de tal manera que por más que pulsaba los iconos de la pantalla, la alarma que cada vez sonaba más fuerte no dejaba de sonar.
Una señora sentada unas filas delante me lanzó un improperio, otros pasajeros me miraban entre socarrones y molestos por aquel ruido. Finalmente un compañero de banco me indicó ¿Y si le saca la batería?...
De hecho hacía un rato que me estaba peleando con el artefacto, intentando desmontarlo.
Solo me faltó la agilidad mental para explicar a la concurrencia:
: és que se m'havia adormit una cama!   

Con esta anécdota retomamos esta serie de humor tranviario que hacía mucho habíamos dejado olvidada y que tanta falta nos hace en estos tiempos.
Regresamos al viaje desde Badalona relatado por Jaume Pasarell.

VIATGES ENTRETINGUTS EN TRAMVIA
IV

Hom, en escriure, té la sensació que el que fa ho llença dintre el pou sense fons de la indiferència. Per això es deixa perdre les coses.  Així anava a succeir amb aquestes cròniques. Què en traurem de dir o deixar de dir, si ningú no en fa cas? Però, heus aquí que darrerament, l'autor ha rebut cartes de desconeguts encoratjant-lo i pregant-li que insistís.

A1gunes l'animaven a fer una campanya. Encara que el servei de tramvies sigui una cosa incommensura­ble i abracadabrant, ço no vol dir que hom s'hagi d'estirar els cabells amb desesperació i menys que tingui de fer míting sobre míting. Via fora, les actituds melodramàtiques!
No obstant continuarem, car hi ha qui ens empeny  i també perquè la matèria és tan abundant que es podria anar escrivint fins a l'any 2000 sense por d'acabar les reserves.
Bé, doncs. Si mal no recordem-hom no rellegeix mai el que escriu, té por de penedir-se'n--érem camí de l'es­tació de Sant Martí; hi anàvem a pas de caragol, plens a barrotar i amb un cobrador que t'ha de saltar per damunt per anar a cobrar bitl1ets a l'extrem del cotxe. Si hom estés d'humor faria una descripció bucòlica del paisatge, amarat de sol, de la verdor dels camps de patateres, que arriben fins a mar; de la poesia -d'en Clavé- que tenen les roges xemeneies fumejants d'E. E. de Catalunya, de la flaire característica que es copsa en passar per davant d'un reguerot que es perd entre els camps... Però, no. Hom va premsat al tramvia  i com es pot comprendre. encara que volgués, no s'hi pot posar en un estat d'ànim pròxim al cinisme.

    Sobre que hi ha el perill de les -trepitjades i aquest perill inspira idees sanguinàries.
Deixarem-ho per una altra ocasió--el dia que poguem anar amb auto i seguim els nostre... calvari? Som a l'es­tació? No encara. Manca un bon tros. Just hem passat la Riera d'Horta, on el tramvia navega entre pujades. baixades i corbes, i on els remolcs es dediquen a sotra-queixar-se sorollosament perquè tenen ganes d'anar-se'n a jaure damunt dels camps de patateres. Ai, la mare, que hem sento mullen als peus! Potser un nen que s'ha fet pipí!


Miro, traient el cap per entremig d'un cistell i una esquena de dona que sembla un turó, i veig que s'ha trabucat una ampolla de vi de vuit porrons, escampant per terra el convincent xarel·lo de Sant Adrià. Llàstima de beguda i llàstima de xicot, el qui porta l'ampolla, que es posa a plorar perquè té por que en arribar a casa l'estovin.
Parada. Això vol dir que el tramvia s'atura, Baixen uns passatgers que es dirigeixen a câ'n Conillas, Hi deuen anar a menjar herba. Arrenca, Ara li costa perquè el remolc s'ha enfarregat i grinyola com una criatura quan fa una rebequeria. El cotxe, però, pren embranzida i sel emporta d'una revoltada fins a l'estació, on es decideix retirar-lo.

Un consell de guerra, format de gent engalanada que dura un quart d'hora ho decideix desprès de molt discutir, sense que n'hi posin cap altre. Ja ho diuen que de la discussió ve la llum. El desenganxen i llavors vénen les empentes i els crits. La gent baixa del remolc esverada i els que seien, s'han de quedar drets i criden, diuen mal del servei, insulten als empleats, els quals s'ho. escolten, naturalment, com qui sent ploure, i, finalment, marxa el tram­via, millor dit, el cotxe motor sol, abarrotat de gent.


Per a arribar a la Plaça d'Urquinaona hi manquen aquelles vint o vint-i-dues parades. Amén,
AYAM       

(508- L'ESQUELLA DE LA TORRATXA,  Barcelona 7 d'agost de 1925)


Continuará




ENTRETENIDOS VIAJES  EN TRANVÍA

IV

  Al escribir, se tiene la sensación que   tira lo escrito dentro del pozo sin fondo de la indiferencia. Por eso se dejan perder las cosas.

 Así iba a suceder con estas crónicas. ¿Qué obtendremos de lo escrito, si nadie hace caso? Pero, he aquí que últimamente, el autor ha recibido cartas de desconocidos alentándolo y rogándole que insistiera. 
 
Algunas me animaban a hacer una campaña. Aunque el servicio de tranvías sea una cosa inconmensurable y abracadabrante, lo que no quiere decir que uno se tenga que estirar los cabellos con desesperación y menos que tenga de hacer mitin sobre mitin, descartemos las actitudes melodramáticas!
No obstante continuaremos, puesto que hay quién nos empuja y también porque la materia es tan abundante que se podría ir escribiendo hasta el año 2000 sin temor a acabar las reservas.
Bien, pues. Si mal no recordamos- no releo nunca los escritos, por temor a arrepentirse. 
Estábamos camino de la cochera de Sant  Martí; íbamos a paso de tortuga, llenos a abarrotar y con un cobrador que te tiene que saltar por encima para ir a cobrar billetes al otro extremo del coche.


Si tuviera humor haría una descripción bucólica del paisaje, iluminado por el Sol, del verdor de los campos de patateras, que llegan hasta el  mar; de la poesía -de   Clavé- que tienen las rojas chimeneas humeantes de  E.  E. de Cataluña, del olor característico que se coge al pasar por ante un torrente que se pierde entre los campos... Pero, no. Se va prensado al tranvía y cómo  puede comprenderse. Aunque quisiera, no se puede tener un estado de ánimo próximo al cinismo.
Además está el riesgo que hay  de los  pisotones  y esto  inspira ideas sanguinarias.
Dejémoslo para otra ocasión--el día que podamos ir en auto y seguimos los nuestro... calvario? Estamos en  la cochera? No todavía. Falta un buen trozo. Justo hemos pasado la Riera de Horta, donde el tranvía navega entre subidas, bajadas y curvas, y donde los remolques se dedican a quejarse ruidosamente porque tienen ganas de irse a yacer encima de los campos de patateras.
Puente de la carretera de Barcelona a Francia (Pere IV) sobre la riera de Horta.

Ay, madre, que siento mojar mis pies! Quizás un niño que se ha hecho pipí!

Miro, sacando la cabeza por entremedio un cesto y la espalda de una mujer que parece un cerro, y veo que se ha volcado una garrafa de vino de ocho porrones, esparciendo por tierra el convincente vino  de Sant  Adrià. Lástima de bebida y lástima de muchacho, que traía la garrafa, y que se echa a llorar porque tiene miedo que al llegar a casa lo apalicen. 
Parada. Esto quiere decir que el tranvía se para, Bajan unos pasajeros que se dirigen a casa Conejas, deben de ir a comer hierba.
Arranca, Ahora le cuesta porque el remolque se ha agarrotado y gañe como una criatura cuando hace una pataleta. El coche, pero, toma impulso y se lo  lleva   hasta la estación, donde se decide retirarlo.
La estación o cochera de Sant Martí.

Un consejo de guerra, formado de gente engalanada que dura un cuarto de hora  lo decide tras mucho discutir, desprenderlo,  sin que pongan ningún otro.

Ya lo dicen que de la discusión viene la luz. Lo desenganchan y entonces vienen los empujones y los gritos. La gente baja del remolque atolondrada y los que estaban sentados, se tienen que quedar de pie y reclaman por  mal el servicio, insultan a los empleados, los cuales se lo escuchan, naturalmente, como quién oye llover, y, finalmente, marcha el tranvía, mejor dicho, el coche motor solo y abarrotado de gente.

Para llegar a la Plaza de Urquinaona quedan unas veinte o veintidós paradas. Amén,

AYAM

2 comentarios:

  1. Hoje eu entrei aqui e me diverti a valer! Muito boa entrada.
    Feliz semana com beijos e abraços para todos em especial para a amiga Clariana.

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  2. Siempre nos place recibir tus comentarios, nos alegramos de que te gustara esta entrada, recibe un abrazo de Clariana y nuestro.

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