Este mes, aún no teníamos terminada la continuación de la serie sobre Tortosa, su río, sus puentes y sus tranvías, que un pequeño libro acudió en nuestra ayuda.
Era un libro de fotografías que me regalaron hace años con el que he realizado muchas excursiones al mundo de mi infancia en los sesenta.
Era un libro de fotografías que me regalaron hace años con el que he realizado muchas excursiones al mundo de mi infancia en los sesenta.
El libro es una recopilación de fotografías de Francesc d'Asis Casademont ilustrada con magníficos textos de Noel Clarasó.
De entre ellos, nos hemos permitido tomar algunas fotografías y sus correspondientes textos:
Amigos del hombre
Es curioso que los animales, verdaderos amigos del hombre,
no existan en estado salvaje. Y si existen no parecen de la misma raza. Los
perros salvajes no ladran; aúllan. El ladrido es una conquista de la
civilización. No todos los animales que viven con el hombre y del hombre , son
amigos del hombre. Ni lo son las moscas ni lo son los gorriones. ~ ~ ~
El burro, como amigo del hombre, no tiene desperdicio.
No será, acaso, más amigo que otros. Pero es menos
enemigo. No es enemigo nunca. El caballo lo es, a veces. Y el gato también. Y
no digamos el perro, que hasta sabe aprender esta enemistad como profesión. El
burro, jamás. Trabaja despacio, pero trabaja siempre. Y es de los pocos
animales nuestros que lo mismo trabajan al sol que a la sombra, que lo mismo
duermen al sol que a la sombra, que lo mismo parecen felices al sol que a la
sombra. ~ ~
* Un vecino dijo en el café que había sembrado, en el
huerto, semillas de burro, y que ya germinaban. Le creyeron chiflado. Pero él
insistió y les invitó a ver el prodigio. Los otros aceptaron la invitación y
fueron a verlo. Y no vieron nada.
- ¿Dónde están los burritos nacidos? - preguntaron. Y el
de las semillas, señalándoles a ellos, les dijo: - Helos aquí.
El viejo del carrito.
Su padre, en vez de mandarle a la escuela, le enseñó a
guiar. Para que le sucediera. Iba y venía con el carrito, tres o cuatro veces
al día, de la fábrica a la estación, a recoger cualquier cosa que hubiese
llegado en el tren.
Y el mocito lo pasó muy feliz, en el carrito, con su
padre. Pero un día el mocito sintió que el corazón le salía disparado y echó a
correr detrás. Dio con un puerto y con un barco en el muelle. El capitán le
recibió en plena borrachera y le admitió. Dos meses después, sereno, le
preguntó qué hacía allí, en el barco, y le amenazó con tirarle al agua. Él temió
que la amenaza se cumpliera y ante la primera tierra que avistaron saltó al
agua y llegó a nado a un puerto donde le recogieron.
Así empezó su vida de hombre de negocios, nada menos que en Australia. Ganó dinero, mucho dinero. Ganar dinero es un don y él lo tenía. Treinta años después regresó rico a su pueblo natal.
Su padre había muerto tiempo antes. Se acercó un día a la fábrica y pidió por el director. Le dijo: - Es que quisiera llevar el carrito que va a la estación. - Imposible. Ya no había carrito, sino una camioneta y un chófer. - Otra pregunta, señor director: ¿Cuánto vale la fábrica? - No lo supo hasta quince días después. Conseguir que le hicieran caso, que la tasaran... Mucho lío. Le dijeron que valía quince millones. Le pareció un precio razonable. La compró. Y lo primero que hizo fue restablecer el carrito, que aún se guardaba en el fondo de una cuadra, y ponerse a guiarlo cuatro veces al día. Todo lo demás en la fábrica siguió igual. Él duró treinta años y a última hora todo el mundo le conocía por «el viejo del carrito». Un viejo feliz. Que además era dueño de la fábrica y que tenía la suerte de que se la llevaran otros. Él recogía el beneficio a fin de año, y se limitaba a guiar, de la fábrica a la estación, cuatro veces al día.
El libro "Sol de España", publicado en 1966, por editorial NAUTA, es una caja de sorpresas, las fotografías totalmente opuestas a las imágenes de los folletos turísticos, nos retraen a los veranos de la gente del campo, la playa de nuestros padres y abuelos y paisajes que sin duda hoy son imposibles de reconocer, tras más cincuenta años de turismo y cemento.
Dedicamos esta entrada con todo nuestro cariño, a nuestra
amigas Rosa d’Abril y Teca
a quienes rogamos disculpen que aún no hayamos contestado sus queridos
comentarios.
Finalmente mostraremos la fotografía de Francesc d'Asis Casademont incluida en el libro y por la que sin duda, conociéndome me lo compraron:
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