En una búsqueda de datos para una futura entrada sobre los conductores (cobradores) de tranvía, dimos con un divertido artículo de Ezequiel Boixet sobre un supuesto viaje del Zar Nicolás II en Tranvía.
Dada la fecha de publicación, (día de los Inocentes), albergamos alguna duda respecto a la veracidad de la misma. No obstante y tras leer en la wikipedia un extenso artículo sobre el último Zar de Rusia, nuestras dudas se han disipado y aunque, la historia fuera una fantasía, no deja de ser una grata diversión. Esperamos que la disfruten.
Pagina 1.—Jueves 28 Diciembre 1899.
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Nicolás II no es solamente uno de los monarcas más bonachones y más humanitarios que, según sus biógrafos, corren hoy por Europa: es también uno de los más sencillos en sus costumbres y menos amantes de las etiquetas cortesanas, materia en la cual se mostraron muy intransigentes casi todos sus antepasados.
Su bisabuelo consideraba como una falta de respeto que se fumase hasta en las calles de San Petersburgo: la capital le pertenecía; era la ciudad, que él habitaba; tenía, por consiguiente, algo de sagrada, y los agentes de policía hubiesen detenido inmediatamente al transeúnte bastante osado para encender un pitillo en medio de la vía pública.
Por cierto que esta prohibición de fumar estuvo a punto de originar un grave conflicto diplomático. Un plenipotenciario prusiano recién llegado a la corte de los Tzares y que ignoraba tal disposición, paseábase una tarde tranquilamente por uno de los muelles del Newa. Vínole la idea de encender un cigarro, y apenas había dado los primeros chupetones, se le echaron encima dos agentes que, con modales muy bruscos y no teniendo conciencia de quién podía ser el fumador, le quitaron el cigarro de los labios e intimaron al paseante la orden de seguirles. Tenía el prusiano muy mal genio y tenía además una fuerza hercúlea: de un par de puñetazos, admirable mente aplicados, envió patas al aire a sus dos agresores levantándose uno de éstos furioso, y se lanzó de nuevo sobre el extranjero: éste cogió por la cintura al representante de la autoridad petersburguesa y lo tiró al agua.
Luego y viendo que se acercaba un grupo de policías y soldados puso el grito en el cielo, invocó su carácter de diplomático extranjero, lo cual hizo detener á los acometedores, encendió su segundo cigarro y se marchó tranquilamente.
La aventura causó un escándalo enorme; el Tzar se puso furioso y, según parece, poco le faltó para que mandase enviar sus pasaportes al "plenipotenciario teutón. Pero la razón de Estado habló más fuerte que su enojo y el episodio no tuvo más consecuencias.
El abuelo de Nicolás II, sin llevar su intransigencia etiquetera hasta el punto que su predecesor, manifestándose siempre muy celoso de las prácticas palaciegas.
Algo más flexible fue su heredero, Alejandro III, pero no tanto como su hijo, el
Emperador actual, cuyo desdén por las leyes del protocolo, trae consternados a los chambelanes y maestros de ceremonias del palacio imperial. Y causa además, una inquietud indecible al jefe superior de policía, temeroso siempre de que los nihilistas se aprovechen de alguna imprudencia del joven soberano.
Durante los primeros tiempos de su elevación al trono, era muy aficionado Nicolás II á salir de incógnito con su esposa, con la cual, vestidos ambos muy sencillamente, daban largos paseos, al anochecer por los barrios más excéntricos de San Petersburgo. Y como esas salidas las verificaba, súbitamente, sin dar aviso a nadie, el jefe de la policía volvíase loco para establecer una vigilancia que pusiera la imperial pareja a cubierto de un atentado.
De esta llaneza en sus costumbres, al propio tiempo que de su simpático sentimiento de delicadeza, acaba de dar nueva prueba el Tzar, á propósito de cierto sucedido que movió mucho ruido en los círculos militares de la capital rusa.
Los oficiales de la guardia supieron que un día uno de sus compañeros había ido de su casa al cuartel.... ¡en tranvía! El hecho pareció notoriamente escandaloso: que un hombre que tiene el honor de vestir el uniforme de la guardia recorra un largo trayecto á pié, pase, aunque lo conveniente sea que un oficial vaya ó montado á caballo, ó bien en troika, ó en carruaje, sino de propiedad, de alquiler.
Pero ir en tranvía mezclado con la turba es cosa que realmente no se concibe y que en modo alguno puede tolerarse. Así opinaron los señores oficiales del cuerpo reunidos en cuerpo deliberante. Y en méritos de esa opinión, tomaron el acuerdo de que se invitara al culpable a presentar en el término de tres días su dimisión.
El pobre oficial, aterrado al recibir la comunicación de sus compañeros, participó el caso a un pariente, funcionario público, el cual encontró medio de poner al Emperador al corriente de lo que pasaba.
Nicolás se enteró minuciosamente de todo, y averiguó que el joven militar, hombre de irreprochables antecedentes y de cuya hoja de servicios nada dejaba que desear, tenía un solo defecto: el de ser pobre, de no contar con más bienes de fortuna que su paga, circunstancia que a los ojos del simple buen sentido, cuando no a los de la etiqueta militarista, justificaba plenamente que en vez de tomar el coche de alquiler, hubiese tomado el tranvía.
A la mañana siguiente, Nicolás II, vestido con el uniforme de oficial de su guardia, salía, sólo, sin acompañamiento alguno, de su palacio, y por la primera vez en su vida,-seguramente; subióse a un coche del tranvía y sentándose democráticamente entre un hortera que se dirigía a su almacén y una criada que tornaba del mercado con el cesto lleno de provisiones.
Después de atravesar media ciudad se apeó el ilustre viajero en frente del cuartel del primer regimiento de la guardia imperial; hizo reunir al coronel y a toda la oficialidad y en tono semi irónico, semi grave, les dijo:
—Señores, acabo de recorrer el trayecto que va desde mi palacio aquí en tranvía; y vengo para saber si este capricho me hace indigno, a vuestros ojos, de seguir perteneciendo al cuerpo, cuyo uniforme visto.
La lección produjo su efecto; mejor dicho, hizo doble efecto; porque no solamente recibió el oficial agraviado por manera tan injusta y tan necia, la satisfacción más cumplida que podía esperar, sino que toda la aristocracia militar petersburguesa se afana ahora por seguir el ejemplo del soberano. Y lo más “dernier geure”, lo mas “smart”, consiste hoy en ir en tranvía vestido de uniforme.
Juan Buscón. ( Ezequiel Boixet)Los tranvías de San Petesburgo
La primera línea de tranvía de San Petesburgo se construyó en 1894, a la derecha del río Neva .
En la Rusia pre-revolucionaria (a diferencia de EE.UU.) el tranvía no era un fenómeno generalizado y su implantación estaba relacionada con la situación económica de las ciudades, la disponibilidad de demanda efectiva de sus residentes y la actividad de las autoridades locales. Hasta 1917 además de los sistemas en Moscú y San Petersburgo, sólo se abrieron al tráfico una docena de ciudades en las cuales la mitad de redes eran comerciales e industriales en ciudades ribereñas del Volga.
Una de las curiosidades entre los tranvías rusos fueron los tranvías sobre hielo o tranvías de invierno. El hecho de que el tranvía fuera un monopolio en que una sociedad de tranvías de tracción animal tenia arrendada la superficie de todas las calles de Petrogrado, impedía la instalación de otras compañías de transporte.
Pero esto no afectaba al curso de los ríos que en invierno permanecían una larga temporada con su superficie congelada. Así se dió el caso de que se crearon varias líneas sobre la superficie helada del Neva : la Plaza del Senado - Isla de Vasilevski, área Mytischinskaya - lado de Petrogrado, el Campo de Marte - Lado Vyborg. En ellas los rieles y durmientes se disponían simplemente apilados en la superficie de hielo, los postes para cables el cable de alimentación eléctrica se clavaban directamente en el hielo. Estos tranvías de hielo comenzaron a operar en el invierno de 1904-05.
Dada la fecha de publicación, (día de los Inocentes), albergamos alguna duda respecto a la veracidad de la misma. No obstante y tras leer en la wikipedia un extenso artículo sobre el último Zar de Rusia, nuestras dudas se han disipado y aunque, la historia fuera una fantasía, no deja de ser una grata diversión. Esperamos que la disfruten.
Pagina 1.—Jueves 28 Diciembre 1899.
Busca Buscando.
Nicolás II no es solamente uno de los monarcas más bonachones y más humanitarios que, según sus biógrafos, corren hoy por Europa: es también uno de los más sencillos en sus costumbres y menos amantes de las etiquetas cortesanas, materia en la cual se mostraron muy intransigentes casi todos sus antepasados.
Su bisabuelo consideraba como una falta de respeto que se fumase hasta en las calles de San Petersburgo: la capital le pertenecía; era la ciudad, que él habitaba; tenía, por consiguiente, algo de sagrada, y los agentes de policía hubiesen detenido inmediatamente al transeúnte bastante osado para encender un pitillo en medio de la vía pública.
Por cierto que esta prohibición de fumar estuvo a punto de originar un grave conflicto diplomático. Un plenipotenciario prusiano recién llegado a la corte de los Tzares y que ignoraba tal disposición, paseábase una tarde tranquilamente por uno de los muelles del Newa. Vínole la idea de encender un cigarro, y apenas había dado los primeros chupetones, se le echaron encima dos agentes que, con modales muy bruscos y no teniendo conciencia de quién podía ser el fumador, le quitaron el cigarro de los labios e intimaron al paseante la orden de seguirles. Tenía el prusiano muy mal genio y tenía además una fuerza hercúlea: de un par de puñetazos, admirable mente aplicados, envió patas al aire a sus dos agresores levantándose uno de éstos furioso, y se lanzó de nuevo sobre el extranjero: éste cogió por la cintura al representante de la autoridad petersburguesa y lo tiró al agua.
Luego y viendo que se acercaba un grupo de policías y soldados puso el grito en el cielo, invocó su carácter de diplomático extranjero, lo cual hizo detener á los acometedores, encendió su segundo cigarro y se marchó tranquilamente.
La aventura causó un escándalo enorme; el Tzar se puso furioso y, según parece, poco le faltó para que mandase enviar sus pasaportes al "plenipotenciario teutón. Pero la razón de Estado habló más fuerte que su enojo y el episodio no tuvo más consecuencias.
El abuelo de Nicolás II, sin llevar su intransigencia etiquetera hasta el punto que su predecesor, manifestándose siempre muy celoso de las prácticas palaciegas.
Algo más flexible fue su heredero, Alejandro III, pero no tanto como su hijo, el
Emperador actual, cuyo desdén por las leyes del protocolo, trae consternados a los chambelanes y maestros de ceremonias del palacio imperial. Y causa además, una inquietud indecible al jefe superior de policía, temeroso siempre de que los nihilistas se aprovechen de alguna imprudencia del joven soberano.
Durante los primeros tiempos de su elevación al trono, era muy aficionado Nicolás II á salir de incógnito con su esposa, con la cual, vestidos ambos muy sencillamente, daban largos paseos, al anochecer por los barrios más excéntricos de San Petersburgo. Y como esas salidas las verificaba, súbitamente, sin dar aviso a nadie, el jefe de la policía volvíase loco para establecer una vigilancia que pusiera la imperial pareja a cubierto de un atentado.
De esta llaneza en sus costumbres, al propio tiempo que de su simpático sentimiento de delicadeza, acaba de dar nueva prueba el Tzar, á propósito de cierto sucedido que movió mucho ruido en los círculos militares de la capital rusa.
Los oficiales de la guardia supieron que un día uno de sus compañeros había ido de su casa al cuartel.... ¡en tranvía! El hecho pareció notoriamente escandaloso: que un hombre que tiene el honor de vestir el uniforme de la guardia recorra un largo trayecto á pié, pase, aunque lo conveniente sea que un oficial vaya ó montado á caballo, ó bien en troika, ó en carruaje, sino de propiedad, de alquiler.
Pero ir en tranvía mezclado con la turba es cosa que realmente no se concibe y que en modo alguno puede tolerarse. Así opinaron los señores oficiales del cuerpo reunidos en cuerpo deliberante. Y en méritos de esa opinión, tomaron el acuerdo de que se invitara al culpable a presentar en el término de tres días su dimisión.
El pobre oficial, aterrado al recibir la comunicación de sus compañeros, participó el caso a un pariente, funcionario público, el cual encontró medio de poner al Emperador al corriente de lo que pasaba.
Nicolás se enteró minuciosamente de todo, y averiguó que el joven militar, hombre de irreprochables antecedentes y de cuya hoja de servicios nada dejaba que desear, tenía un solo defecto: el de ser pobre, de no contar con más bienes de fortuna que su paga, circunstancia que a los ojos del simple buen sentido, cuando no a los de la etiqueta militarista, justificaba plenamente que en vez de tomar el coche de alquiler, hubiese tomado el tranvía.
A la mañana siguiente, Nicolás II, vestido con el uniforme de oficial de su guardia, salía, sólo, sin acompañamiento alguno, de su palacio, y por la primera vez en su vida,-seguramente; subióse a un coche del tranvía y sentándose democráticamente entre un hortera que se dirigía a su almacén y una criada que tornaba del mercado con el cesto lleno de provisiones.
Después de atravesar media ciudad se apeó el ilustre viajero en frente del cuartel del primer regimiento de la guardia imperial; hizo reunir al coronel y a toda la oficialidad y en tono semi irónico, semi grave, les dijo:
—Señores, acabo de recorrer el trayecto que va desde mi palacio aquí en tranvía; y vengo para saber si este capricho me hace indigno, a vuestros ojos, de seguir perteneciendo al cuerpo, cuyo uniforme visto.
La lección produjo su efecto; mejor dicho, hizo doble efecto; porque no solamente recibió el oficial agraviado por manera tan injusta y tan necia, la satisfacción más cumplida que podía esperar, sino que toda la aristocracia militar petersburguesa se afana ahora por seguir el ejemplo del soberano. Y lo más “dernier geure”, lo mas “smart”, consiste hoy en ir en tranvía vestido de uniforme.
Juan Buscón. ( Ezequiel Boixet)Los tranvías de San Petesburgo
La primera línea de tranvía de San Petesburgo se construyó en 1894, a la derecha del río Neva .
En la Rusia pre-revolucionaria (a diferencia de EE.UU.) el tranvía no era un fenómeno generalizado y su implantación estaba relacionada con la situación económica de las ciudades, la disponibilidad de demanda efectiva de sus residentes y la actividad de las autoridades locales. Hasta 1917 además de los sistemas en Moscú y San Petersburgo, sólo se abrieron al tráfico una docena de ciudades en las cuales la mitad de redes eran comerciales e industriales en ciudades ribereñas del Volga.
Una de las curiosidades entre los tranvías rusos fueron los tranvías sobre hielo o tranvías de invierno. El hecho de que el tranvía fuera un monopolio en que una sociedad de tranvías de tracción animal tenia arrendada la superficie de todas las calles de Petrogrado, impedía la instalación de otras compañías de transporte.
Pero esto no afectaba al curso de los ríos que en invierno permanecían una larga temporada con su superficie congelada. Así se dió el caso de que se crearon varias líneas sobre la superficie helada del Neva : la Plaza del Senado - Isla de Vasilevski, área Mytischinskaya - lado de Petrogrado, el Campo de Marte - Lado Vyborg. En ellas los rieles y durmientes se disponían simplemente apilados en la superficie de hielo, los postes para cables el cable de alimentación eléctrica se clavaban directamente en el hielo. Estos tranvías de hielo comenzaron a operar en el invierno de 1904-05.