Hace unas semanas nuestra amiga Montserrat, nos preguntaba si lo que ella creía recordar haber visto en los años sesenta podía ser real o eran falsos recuerdos.
Nos comentaba que recordaba haber visto personas viajar sentadas sobre la baca de un autocar. Realmente, hoy nos cuesta creer en ello principalmente porque la baca ha desaparecido de los actuales autocares.
Pues bien, a pesar de las muchas trampas que nos tiende la memoria estamos seguros que Montserrat vio y tal vez viajó en uno de estos coches de linea con pasaje en el tejado.
Teníamos algunas fotografías para poder demostrar esta curiosa forma de viajar, pero en nuestra colección, abundan fotografías de hermosos autocares con infinidad de tipos de asientos para albergar a los viajeros del tejado, pero el problema es que en su mayoría carecían de lo esencial, los viajeros.
Gracias al fantástico blog del Sr. Xavier Maluquer, Històries del transport per carretera de Catalunya, del que tomamos prestadas la mayoría de fotos para ilustrar esta entrada.
La Baca
No hemos encontrado una definición de este artilugio que aún hoy, sirve para poder añadir la impedimenta sobre los vehículos, que incorpore los usos que nosotros queremos resaltar.
En los albores del transporte las personas solían viajar sobre los fardos de los carruajes, mas adelante cuando las galeras comenzaron a transportar viajeros a lo largo de los caminos reales ya empezaron a habilitarse unos espacios sobre la caja del vehículo para alojar las valijas de los pasajeros y en el espacio restante, se podía albergar algunos pasajeros.
Las diligencias ya incorporaron la baca como una clase de viaje como la berlina o la rotonda.
Cuando los primeros ferrocarriles adoptaron los carruajes de las diligencias para transportar viajeros, en ocasiones también incorporaron la baca y su viajeros de las alturas, aunque pronto la posibilidad de añadir mas coches hizo poco práctico y desapareció del universo ferroviario, aunque algunos años regresara transformado en Imperial sobre todo en tranvías y ómnibuses.
Los primeros auto-ómnibus, herederos de las diligencias, incorporarían este artilugio para poder incrementar su escasa capacidad, en principio como alojamiento de equipajes, aunque pronto incorporarían bancos cada vez mejor adaptados a la comodidad de sus pasajeros.
Podríamos decir que desde los inicios de la automoción hasta finales de los sesenta la baca fue un complemento casi obligatorio en todos los autocares de línea.
Era necesario encaramarse por las minúsculas escalinatas plegables para subir maletas, cajas, petates, baúles y mochilas a lo alto del autocar que cada vez se construían más altos.
Finalmente quizás por la incomodidad y lentitud de aquella maniobra o la posibilidad de que con la mayor velocidad que podían adquirir aquellos vehículos en las nuevas autopistas y la peligrosidad de que los equipajes salieran volando e impactando contra otros vehículos, aconsejaría a realojar los bagajes en unas nuevas bodegas que se alojarían bajo la cabina del vehículo.
Viajeros regulares.
El viajar en el tejado tendría dos vertientes, una digamos oficial perfectamente regulada que correspondería a los vehículos que disponían de bancos e incluso una perfecta plataforma con parapetos para proteger a sus ocupantes de caídas e incluso del viento.
En los años sesenta en las líneas de autocar de la vertiente cantábrica, existían lineas regulares con magnificas cubiertas que casi se convertían en auténticos imperiales.
De todos modos, debería ser una proeza viajar en la baca de aquellos autopullmans en uno de los más que habituales días de tormenta de la región.
Viajeros clandestinos.
Otra vertiente, quizás más interesante para nosotros, es la clandestina, los viajeros que por las carencias de la época para poder conseguir desplazarse, debían viajar en ocasiones jugándose el tipo sentados en la baca de equipajes sin mas comodidad que las barras para poder aferrase.
Si bien es verdad que la velocidad de los coches de linea de los años cuarenta y cincuenta permitían viajar de este modo con cierta seguridad, estamos convencidos que debieron haber bastantes victimas de caídas,muchas de ellas en el ascenso y la bajada, sin hablar de las consecuencias en caso de vuelco u otro tipo de accidentes.
Sin duda los viajeros que más debieron navegar sobre aquellas naves, serían los niños; antes de los sesenta, no existía la sobre protección sobre la infancia de nuestros días, todo era más brutal y los infantes representaban una carga más liviana para las no excesivamente reforzadas carrocerías de entonces, por otro lado su mayor agilidad les permitiría subir y bajar mejor que a los adultos, y finalmente en caso de caída los daños solían ser mas leves que en los adultos.
Con referencia al comentario de Montserrat sobre si en los años sesenta y en Barcelona podía haberse dado esta situación, nuestra respuesta es contundente, sí, en mi caso. Ferradures aún tardaría unos cuantos años en poder tener algún tipo de experiencia de cualquier tipo. Hacia 1965 recuerdo en una excursión hacia la zona del Montnegre, que en el último tramo ya fuera de la carretera general algunos de los ocupantes de los tres autocares tuvieron que viajar en la baca del coche más pequeño, mientras que otros seguiríamos el resto de trayecto a pie mirando sin duda con cierta envidia a aquellos privilegiados del techo del autocar.
Terminaremos dedicando esta entrada a Montserrat Vilaró con nuestra amistad de mas de seis años compartiendo comentarios en nuestros tan diversos blogs,
Podríamos decir que desde los inicios de la automoción hasta finales de los sesenta la baca fue un complemento casi obligatorio en todos los autocares de línea.
Era necesario encaramarse por las minúsculas escalinatas plegables para subir maletas, cajas, petates, baúles y mochilas a lo alto del autocar que cada vez se construían más altos.
Finalmente quizás por la incomodidad y lentitud de aquella maniobra o la posibilidad de que con la mayor velocidad que podían adquirir aquellos vehículos en las nuevas autopistas y la peligrosidad de que los equipajes salieran volando e impactando contra otros vehículos, aconsejaría a realojar los bagajes en unas nuevas bodegas que se alojarían bajo la cabina del vehículo.
Viajeros regulares.
El viajar en el tejado tendría dos vertientes, una digamos oficial perfectamente regulada que correspondería a los vehículos que disponían de bancos e incluso una perfecta plataforma con parapetos para proteger a sus ocupantes de caídas e incluso del viento.
En los años sesenta en las líneas de autocar de la vertiente cantábrica, existían lineas regulares con magnificas cubiertas que casi se convertían en auténticos imperiales.
De todos modos, debería ser una proeza viajar en la baca de aquellos autopullmans en uno de los más que habituales días de tormenta de la región.
Viajeros clandestinos.
Otra vertiente, quizás más interesante para nosotros, es la clandestina, los viajeros que por las carencias de la época para poder conseguir desplazarse, debían viajar en ocasiones jugándose el tipo sentados en la baca de equipajes sin mas comodidad que las barras para poder aferrase.
Si bien es verdad que la velocidad de los coches de linea de los años cuarenta y cincuenta permitían viajar de este modo con cierta seguridad, estamos convencidos que debieron haber bastantes victimas de caídas,muchas de ellas en el ascenso y la bajada, sin hablar de las consecuencias en caso de vuelco u otro tipo de accidentes.
Sin duda los viajeros que más debieron navegar sobre aquellas naves, serían los niños; antes de los sesenta, no existía la sobre protección sobre la infancia de nuestros días, todo era más brutal y los infantes representaban una carga más liviana para las no excesivamente reforzadas carrocerías de entonces, por otro lado su mayor agilidad les permitiría subir y bajar mejor que a los adultos, y finalmente en caso de caída los daños solían ser mas leves que en los adultos.
Con referencia al comentario de Montserrat sobre si en los años sesenta y en Barcelona podía haberse dado esta situación, nuestra respuesta es contundente, sí, en mi caso. Ferradures aún tardaría unos cuantos años en poder tener algún tipo de experiencia de cualquier tipo. Hacia 1965 recuerdo en una excursión hacia la zona del Montnegre, que en el último tramo ya fuera de la carretera general algunos de los ocupantes de los tres autocares tuvieron que viajar en la baca del coche más pequeño, mientras que otros seguiríamos el resto de trayecto a pie mirando sin duda con cierta envidia a aquellos privilegiados del techo del autocar.
Terminaremos dedicando esta entrada a Montserrat Vilaró con nuestra amistad de mas de seis años compartiendo comentarios en nuestros tan diversos blogs,
Per molts anys Rosa d'Abril!!!