Hace algunos días glosábamos la figura de Pedro García
Faria como uno de los grandes impulsores del higienismo moderno en nuestro país.
Este gran Ingeniero fue
persona de gran complejidad y con múltiples intereses.
Desde hace años guardábamos un
artículo publicado por la Revista de Obras Publicas en 1917.
Formaba parte de un largo
texto publicado entre 4 números
consecutivos, era un estudio sobre el origen del transporte y las vías de
comunicación en la Península Ibérica.
Dada la gran extensión del documento
hemos procedido a publicar las partes más destacadas referentes a la historia
del transporte, omitiendo algunas partes introductorias y complementarias.
Recomendamos su lectura en el
documento original, que pueden encontrar en:
Por
Don PEDRO GARCÍA FARIA
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
(...)
VÍAS DE Comunicación
EN LA ÉPOCA PALEOLÍTICA
El ser humano estacionó en
Gibraltar y marcharía en demanda de regiones más frescas y agradables.
siguiendo la corriente emigratoria a que obedecen los seres semovientes y de
que dan idea las anuales excursiones de las golondrinas y otras aves, que vuelven a las
regiones del Norte a buscar su morada del año anterior, en cuanto a
ello les incitan los primeros rayos de la primavera, haría sus marchas mediante el
pedestrismo, por ser de ambulación el único medio locomotivo de que podía disponer
y que se desarrollaba en las vías naturales que para ello se le ofrecían, y que
eran y aún son principalmente, los cauces y divisorias (...), un sistema vehicular de la civilización, gracias
al que el hombre pudo expansionarse por todas las comarcas de la prehispania.
Los hombres al avanzar lo
hacían lenta y sucesivamente, influyendo en ello, entre otras causas, las
climatológicas generales y las de cambio de estaciones, así como la necesidad de variar de emplazamiento cuando se
alteraban las condiciones vitales del que había disfrutado y resultar allí
insuficientes los medios para la subsistencia; (...)
En sus excursiones seguirían
los bordes de los cauces alejándose de las zonas pantanosas o de las que por
cualquier motivo a entrañara algún peligro para la expedición. En cambio, al
instalarse, lo harían muy próximos a alguna laguna (como las actuales de
Bañolas y de la Janda, la extinguida de Torralba, etc.), o junto a algún río
(como en San Isidro, Madrid; Capellades, etc.), o cerca del mar, como en Lisboa. (...)
El hombre cuaternario dejó comenzado con su
labor secular el surco de la civilización
neolítica. Los hombres postcuaternarios procederían de igual modo como
lo hacen en nuestros días los que se inician ya en el comienzo de la
civilización y de la ganadería. (...)
De esta suerte crearon
aquellos hombres al terminar el largo periodo cuaternario y al comenzar el neolítico
los primeros caminos propiamente dichos, con sólo llevar las reses más
mansas por la misma ruta, originando esas curiosas vías que aún subsisten en
nuestros días con los nombres de calladas, galianas, caminos de ganado, etc., (...)
Siempre han existido a la vez
en el mundo varios estados de civilización, en prueba de lo cual hoy mismo se
conocen en el globo pueblos distintos que están en el periodo semisalvaje o
prechelense, y desde tal estado al nuestro podrían señalarse todos los
tránsitos de que nos ocupamos y aún algunos que por nuestra deficiencia desconocemos.
En esas sus excursiones, el
hombre, sin duda alguna se familiarizó con su amigo más fiel, el perro, pues si
bien no está probada la domesticación de los animales hasta la era siguiente,
o neolítica, Dechelette (obra citada, tomo 1, pág. 337) nos habla ya en este periodo de una especia más
definida entre el lobo y el perro, y al tratar de los primeros palafitos como de
civilización neolítica, pero contemporánea, con algunas tribus en estado
postcuaternario, dice que el perro de los palafitos sería un, intermedio entre
el perro corriente y los perros de guarda del ganado, especie de mastines de
una fiereza extraordinaria que defienden las reses contra los lobos y otras
fieras temibles.
PERIODO Neolítico
o DE LA EDAD DE LA PIEDRA PULIDA
Asegura Siret en su notable cronología, que en la época
cuaternaria de la Iberia no fue desconocida la domesticación de los de los
animales, que implica el principio del pastoreo, la ganadería y la transhumación.
A la decadencia de las artes cuaternarias atribuida
por Decheletle a la evolución de creencias religiosas de la humanidad que
entrañó la debilitación de las prácticas totémicas, y por Siret (Questions de Cronologie et
etnographie iberiques, tomo II, pág.5), a las condiciones
climatológicas entonces reinantes qué impedían el desarrollo de las aptitudes,
sucedió una nueva era, la edad neolítica o de la piedra pulida, era de las grandes
revoluciones y transformaciones, entre las cuales sobresalen por su colosal
importancia la implantación de las prácticas agrícolas, la domesticación de los
animales (figurando desde estos tiempos, y aún de antes, "el perro, que ya
no dejó de ser el inseparable compañero del hombre), la creación en los
transportes de la circulación rodada y el tratamiento de los metales. Al pueblo
pastor sucedió el agricultor como aquél al cazador (...)
Al dedicarse el hombre a las labores agrícolas, se
dulcificó su carácter, adquirió mayor apego a la vida y a la familia y al lugar en que nació.
La circunstancia de ser semovientes los ganados
facilitaba su transporte desde unos puntos a otros; con la sola repetición de
este hecho quedaron surcados primero los
senderos y después los caminos. Esto sucedía ya en pequeño dentro de la
zona habitual donde pastaban, pero ocurría de igual modo de una zona a otra,
para mejorar los pastos, así como al ir de una a otra comarca por razón de ventas, intercambios, o por causas de índole diversa.
Pero otro hecho notable, la sucesión de las estaciones,
vino a agrandar las
distancias que los ganados debían recorrer, pues sabido es que las comarcas más a propósito para la ganadería, que son las sierras Pirenaicas, Cantábrica, de Gredos, Gata,
la Estrella etc., durante
el rigor del invierno, están bajo influencias meteorológicas y ricas tales, que es imposible en
ellas la , permanencia de los ganados, y por esto el hombre,
imitando a los animales emigrantes, fue a invernar con sus ganados a climas bonancibles y regiones más templadas,
originándose de ahí la transhumación que creó las primeras grandes vías de
comunicación, que además de las existentes en la edad de la piedra tallada,
constituyeron la red viaria hispana del interior, porque en el litoral a los
naturales del país fueles fácil ir mejorando las vías que les daba hechas, con
las playas, la bienhechora unión del mar y de la tierra.
Otras causas generales, étnicas, geográficas y comerciales,
se combinaron con lo anteriormente expuesto, y la trashumación de los
ganados hasta producir la red viaria que presentamos en el mapa. (...)
Entre otros muchos testimonios de la existencia de la
transhumación prerromana, citaremos a Tito Livio (lib. XXI, cap. XVlI), el cual
dice que los montes Idubeda (sierra de Teruel) y Orospeda (sierra de Segura) mantenían
grandes partidas de ganado que no podían subsistir sin trashumarlos.
La transhumación
se efectuaba también en apicultura, las colmenas eran trasladadas a lomo de caballerías
en busca de las montañas y comarcas de clima apropiado y de mayor abundancia
de flor, costumbre que, según Costa, aún subsiste en varias provincias
andaluzas.
Estos caminos producidos por el paso de los ganados eran
los lógicos y naturales para cada dirección determinada, y tanto es así, que
luego, al perfeccionase por razones estratégicas o comerciales, se han
superpuesto en su dirección general y aun material en muchos trayectos, cuando
no se observa el curiosísimo fenómeno que acusa la vía romana Lata o de la
Plata, que se dirige de Mérida a Salamanca, de ir dicha calzada acompañada y
seguida de una cañada, cuya hitación debió ser una piedra que está junto al
toro que se halla situado entre Segura y el camino romano,
con una inscripción que dice: "Ammiuum", esto es, Camino Real, y otra por bajo es Caparra, sita a igual distancia
de la vía, en una roca natural del sitio denominado Dehesa Valverdejo, cuyas
letras son L. I. M. (Paedes, Framontanos, pág. 49).
La mayor parte de los nombres indicadores de las etapas
de las antiguas cañadas o caminos de ganados, son designaciones de animales o
de objetos con ellos relacionados.
Se realiza
aquí el fenómeno general en todos los grandes caminos, que por muy
perfeccionados que sean se hallan en cierto modo paralelos a vías rodadas y éstas
a los caminos de herradura y a los
senderos, porque en realidad Dios, causa de todo lo creado, ha dispuesto las
líneas generales de las redes viarias desde la más rudimentaria a la más
perfecta con la constitución de las cordilleras, valles y talwegs.
Costa, en sus estudios ibéricos, atribuye a la trashumación de la ganadería las
contiendas que durante tantos siglos
dividieron la Iberia entre dos bandos, los partidarios del pastoreo y los
defensores del cultivo de las tierras, y tanta importancia asigna a dichas
contiendas, que comienza su obra Estudios ibéricos diciendo que el episodio de mayor interés y
más lleno de enseñanzas en la historia económica de nuestra nación es la lucha
desesperada y fiera que han venido sosteniendo a través de los tiempos la agricultura
y la ganadería, que está concluyendo por la muerte de ésta.
(...)Para el señalamiento de los caminos ibéricos, hemos tenido en cuenta:
1º Los tramos
existentes de los mismos, algunos de los cuales han dado nombre a pueblos,
cuevas, lugares, como por ejemplo, sucede con la cueva de la Galiana, junto a
Horche (provincia de Guadalajara), cerca de la que subsiste la cañada allí
conocida aún con aquel nombre.
2º Los datos históricos, como ocurre: con la vía hercúlea
que siguió Aníbal en su atrevida marcha contra Roma, y de la cual constan las
etapas Carthago Nova (Cartagena), Zákinthos (Sagunto), Laye (Barcelona), Emporium (Ampurias) y Summo Pirineo (Portus y Massana);
y con los de la campaña de Scipion contra Numancia, itinerario descrito con
toda minuciosidad por Schuttin (Numantia).
3º La existencia de los poblados ibéricos revelada por la Historia y
comprobada por la Arqueología.
4º La
toponimia o designación de nombres de animales o de hechos u objetos
relacionados con la ganadería.
5º Los toros de piedra aún existentes, y cuya significación
muy discutida ofrece como interpretación más aceptable la dada por Emilio
Hubner, al considerarlos como monumentos funerarios indicadores, por tanto, del
poblado o tribu que los construyó, aun cuando en varios de ellos se hayan
esculpido inscripciones posteriores a la época de la erección, que nada tiene
que ver con el carácter de ésta. (Paredes, obra citada, pág. 13).
La ubicación de tales caminos era, en general, más allá
que la de las calzadas romanas, no sólo por razón de la defensa y por la
conveniencia de separarse de las hondonadas y partes húmedas, sino para unir
convenientemente los poblados ibéricos edificados junto a las acrópolis y
lugares de fácil defensa.
Demostrada la existencia de las vías anteriores al año
133, caída de Numancia, que consideramos como la época del comienzo de la
romanización de la Península Ibérica, vamos a ocuparnos de las condiciones
principales de dichas vías.
En general, las vías
de referencia eran simplemente caminos explanados, no obstante en algunos casos
se usaron, especialmente desde la época cartaginesa, los enlosados, que
emplearon los libios antes que los romanos.
Las pendientes
eran, en terrenos accidentados, muy fuertes, como se observa aún hoy en muchas cañadas o galianas, y
mayores todavía que las ya elevadas que luego se admitieron en las calzadas
romanas.
La anchura debió
ser muy variable, adaptándose a las necesidades que debía servir la vía.
En una palabra,
las vías de referencia variaban desde el mísero sendero recorrible sólo por
cabalgaduras, montaraces, hasta la cañada romana rudimentaria, tipo que se
usaba en vías urbanas en algunos puntos de los caminos de enlace de estos más
frecuentados.
Dan una
idea de tales pavimentos las figuras ya examinadas de las vías de Numancia y de
Calaceite.
Tito Livio (lib. XXVII, cap. 1) Expresaba que en las vías
hispanas había muchas torres colocadas a modo de atalayas en sitios elevados y que servían al mismo tiempo de refugio y
defensa contra los
ladrones.
Cortés, en el Diccionario geográfico e histórico de
España antiguo (tomo 1, pág. 244), repite el concepto manifestando que en su
tiempo (1838) aun subsistían muchas de estas torres como en la vía de Segobrige
(Segorbe) a Turba (Teruel), donde se veían en la cuesta de Ragudo cuatro de
ellas en espacio de cuatro leguas, Luego dice que al ponerse en marcha en las
guerras púnicas, llevaban los soldados romanos sobre si el trigo para quince
días, las armas, una segur, un rallo, una cadena, una soga, una sierra, una
cestilla, una hoz, estacas y sus vestidos, con un peso total no menor de 60
libras, y con esa carga llegaban a andar 25.000 pasos en cinco horas si la
necesidad lo exigía, hacían marchas de 50 millas diarias.
Tanta importancia daban a los servicios itinerios, que
Amiano (lib. XXIV), refiere que tenían un toque militar especial para
aquéllos, y Vegatio proclamaba (lib. XXXVI) que la primera ciencia de un
general consistía en tener exacto conocimiento de los caminos que debía
recorrer su ejército.
Trazado de la red viaria ibérica. -
(...)Es incontestable que antes de la romanización de España existía la red viaria,
siendo de ello pruebas irrecusables la vida civilizada de los pueblos y
comarcas (plenamente) demostrada por los autores antiguos y modernos), la que
es incomprensible sin caminos que, cual arterias vitales; permitan que lleguen
a aquéllos los productos necesarios para la vida. El paso de los ejércitos
numerosos tampoco sin ellos hubiera sido posible, y de estas campañas bélicas
se deducen también los puntos de paso de las vías.
Tito Livio (28, 1, 16,40 y 33) Y Strabon (3,4 y 9) nos
refieren que estaban unidos por una red de carreteras, en época anterior a su
romanización, las villas iberas de las que Plotomeo enumera.
Son jalones que atestiguan la autenticidad de las vías
iberas, los caminos que se sabe fueron utilizados para otras posteriores las
estaciones prehistóricas, las poblaciones iberas que estaban enlazadas por
dichas vías, la torres, castros, castellares, citanías, etc., los nombres
significativos de poblados y lugares las ruinas procedentes de aquellas épocas
y los monumentos megalíticos y los
funerarios, pues sabido, es que éstos se disponían cerca de las poblaciones y de
las vías, especialmente en los periodos neolítico, del bronce y del hierro, en
que tan desarrollado estuvo el culto a los muertos.
Conjunto de la red viaria ibera deducida de múltiples datos y antecedentes de poblados, vías, referencias históricas, hitación de monumentos y ruinas ibéricas, etc. |
La carretera o vía más importante de toda la red es,
según Philipon y otros autores, la vía Hercúlea que desde Narbona se dirigía a
Carthago Nova, y pasando el Pirineo probablemente por los dos pasos del Portus
y del Coll de Massana (Pella y Forgas) luego iba a Ampurias, Gerona, Arenys,
Llavaneras, Cabrera, Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, Martorell, Tarragona,
Tortosa, Amposta, Peñiscola, Sagunto, Valencia, Sueca, Villajoyosa, Denia,
Alicante, Elche hasta Cartagena, que era el puerto más importante de aquella
región. La vía Hercúlea la continuaron los romanos desde Narbona a los Alpes,
mejorándola probablemente el primero. Por esta antigua vía pasó Aníbal
denominándose a la prolongación de dicha calzada "vía Domitia" desde
la época de su restauración, verificada por el Procónsul de Narbona Domitius
(año 121 antes de Jesucristo). (...)
De Portvendres (puerto ibérico) al golfo de Gascuña se
empleaba en los viajes rápidos siete días, a razón de 70 kilómetros diarios
(Avienus, 148-151).
El mismo Julián, tomándolo de Silius (III, 357), sitúa en
Puigcerdá el campo de Hércules, cuya leyenda era allí muy conocida.
De Cartagena partían dos vías conducentes a Gadir, una
por el litoral, sirviendo los puertos de Mazarrón, Urgis, Molibdana, Baría
Murgis, Millares, Almeria, Abdera, Malaca, Carteya, Mellaria y Gadir.
La otra, saliendo también de Carthago, iba a Kastulone
por Eliocron y Turgia. De Kastulone conducía a Gadir, por Corduba, Astigi,
Hispalis y Ugia. Por esta vía llegó César con su ejército desde Roma a Obulco
al parecer en veintisiete días (Phillpon, obra citada, 281)
Napoleón, en sus Memorias, cree que sólo empleó veintitrés
días en esa asombrosa marcha.
De la vía, Herculea se destacaba en Tarragona una vía que
iba por Ilerda, Berbegal, Salduvia, Cascantium, Virobesca, Segisanio, Astúrica,
Lucus y Betanzos. El trayecto Tarragona-Lérida sería probablemente distinto de
la vía romana Aurelia y pasaría por Reus, La Selva, Ciurana, Vilanova de Prades
(Sierra la Llena), Pobla de Ciervols y Vilosell. Jalonaban las vías lusitanas,
Braga, Oporto, Coimbra y Lisboa.
Las vías de la Bética estaban bastante bien señaladas por
las poblaciones antiguas y ruinas de venerable ancianidad reconocidas junto a
aquéllas por Bonsor (obra citada, pág. 19) entre Alcalá de Guadaira y
Carmona, y junto a los 17 manantiales o
puertos de los Alcores, hallándose otros importantes vestiglos de villas o
poblados anteriores a la dominación
romana, y entre las villas púnicas populosas de esa región, menciona a Carmona
(que aún subsiste) y además. La Tablada (cerca del Viso) y la Mesa de Gandul.
Por esos poblados pasaba uno de los caminos prerromanos.
El carácter de los caminos ibéricos era variable con la
comarca donde se desarrollaban. Desde la vía empedrada al estilo implantado por
los cartagineses, hasta el simple sendero, había todas las gradaciones y dominaba en general
la vía utilizable para carros, pero
simplemente explanada, sobre todo en las regiones abruptas y del
interior. (...)
De ello da idea la siguiente
frase, consignada por Tito Livio en su libro XXVIII, cap. 1: Pleraque
itinera Hispania impedita sunt aspirate viarium et angustiis saltibus crebis.
Ciertamente los caminos del interior debieron ser rudos, y especialmente en
los Saltus o desfiladeros donde las tropas romanas eran atacadas con violencia
tal, que en el desfiladero Tugiense murió Publio Scipion atacado por los ilergetes
y cartagineses reunidos. (...)
En cuanto a las vías de la Celtiberia,
propiamente dicha, nos hemos guiado por los trabajos de Saavedra y de Schultz,
pues a pesar de todas las críticas son los más interesantes de cuantos conocemos,
por estar fundados en investigaciones minuciosas de exploración practicadas
pacientemente, y sabido es que en asuntos de este género el primer comprobante
lo constituyen las referidas exploraciones (...)
Para los caminos de la Bética
hemos seguido las pocas indicaciones que se deducen del estudio de las guerras
púnicas y de los episodios de Bello Civile del inmortal César, así como de los
interesantes estudios de Bonsor respecto a las colonias agrícolas de los
Alcores.
La parte más difícil y para la
que hemos hallado menos datos es la región Norte Galaica, Astúrica y
Cantábrica, no porque no tuviera poblaciones y riqueza, sino a causa de haber
sido la última en que penetraron las águilas romanas y donde, por tanto,
llegaron tarde y mal los conocimientos de los historiadores que se han
ocupado de las restantes regiones Ibéricas. (...)
VEHÍCULOS USADOS EN LAS VÍAS
IBERAS
El tipo de vehículos usado en
los, tiempos que hasta ahora vienen, siendo considerados como prehistóricos es
variable, pero entre los tipos de composición más sencilla, la que por otra parte
se ha perpetuado hasta nuestros días.
.
.
En el Dictionnaire des
antiquites grecques et romanies (Daremberg y Sagio) se describen muchos
tipos usados en la antigüedad, pero sólo haremos referencia a los de nombre o
carácter celta o ibero.
Benna era un carro de cuatro ruedas
portadores de una cesta.
Llamábase Carpentum a una especie de
tartana, o vehículo cerrado de dos ruedas muy empleado en tiempo de Tito Livio
para conducir a las damas romanas; también se empleaba para viajes largos; dice
la misma publicación que los pobladores del Norte al emigrar colocaban
en ellos sus mujeres, sus niños y sus provisiones, que arrastraban parejas de bueyes, denominados Carrago, los cuales se utilizaban
para transportar la impedimenta de los ejércitos y luego se disponían formando
barricadas alrededor de sus campamentos, costumbre que tuvieron los iberos y
los galo-celtas; también se usaban esos vehículos para obturar las, entradas de
los cercados. La carruca era carro de, cuatro ruedas y el carrussólo tenía dos de ellas.
Sin embargo, el vehículo más
generalmente empleado, para las faenas del campo, dado el estado de aquella
civilización, debió ser el que representa la adjunta figura núm. 15, que es la
de un carro de bronce, formado por un exvoto encontrado por el señor Vives en
la cueva o refugio de Despeñaperros, que aún existe en las fragosidades más
abruptas de Sierra Morena, cerca de la alta cumbre del collado de los Jardines,
donde, sin duda, debió haber una acrópolis ibera que he reconocido al Norte de
dicho collado, aunque sin haber hallado pruebas concluyentes; es un carro cuyo
recuerdo se ha perpetuado en España, porque se usa casi de igual forma en las
montañas de Galicia, donde se empleaban
las carretas generalmente tiradas por una pareja de bueyes o vacas; las
ruedas son de madera y formadas, por círculos completos, yendo unidas al eje,
sobre el que se coloca un tablero o la caja. La batalla del carro es reducida, a causa de las malas condiciones
de los caminos rurales, cuya pendiente era enorme, y para poder circular por
caminos estrechos y tortuosos donde no pueden cruzarse dos vehículos y por ello el que desciende avisa a los que
suben para que aguarden cruce en algún punto más ancho del camino. (...)
Los transportes se hacían
generalmente a lomo mediante vestías de carga y también por medio de los carros
citados (Diodoro, V, 224, y Strabon, IV, 1, 14); los celtas e iberos se hacían
acompañar de sus carros de combate al ir a la guerra.
Con el nombre de
petorritum designaban los celtas a un género de carrus, vehículo grande.
También tenían los
celtas y los iberos carros ligeros de bancos como los redae, cuyo tipo también
se ha conservado en nuestra Península u en el Mediodía de Francia.
Las vías fluviales,
desprovistas de las presas que hoy
constituyen el principal obstáculo para
la navegación, se utilizaron también para los transportes; desde la piragua
tallada en un solo tronco (Tito Livio, XXI, 26,8) a las naves o barcas pesadas,
había toda la gama, y entre los distintos tipos era notable el de navibus
(Strabon, IV, 1, 14), constituyendo un conjunto muy variado susceptible de
frecuentación bastante considerable:
Según Strabon (Geografía libro
III, II, .3) los barcos grandes remontaban el Betis, hasta Híspalis
(Sevilla), llegando a Ilipa, Alcalá del Rio y a Cástulo las barcas medianas y
menores. En Córdoba puede aún verse juntó a un molino, sito en la margen
Izquierda del puente actual, un embarcadero de los utilizados para este género de tráfico.
Bonsor (Les colonies pre-romaines pág.14) traduce el siguiente interesante
párrafo de Strabon (obra citada III, II, 3): "Las orillas del Betis
constituyen la parte más poblada de la región. Los campos surcados por el río
están cultivados con el mayor cuidado, así como las islitas y para colmo de
agrado la vista se recrea contemplando bosques y plantaciones admirablemente
conservados. Las montañas vecinas, que ora se aproximaban y a veces se alejan,
contienen múltiples yacimientos metalíferos, siendo muy abundantes la plata en
los alrededores de Ilipa.» (...)
Del sistema fiscal puede considerarse como probable lo
consignado por Julián (obra citada, 236), según cuyo autor los derechos consistían
en impuestos fronterizos y arbitrios de puertos, por lo cual el comercio prefería
las, rutas con las cuales se cruzaban
menos fronteras o puntos de pago, pues había muchos arbitrios percibidos
en las vías terrestres y marítimas (César, 1, 18, 3; Strabon, IV, 3, 2) si bien
se hacían concesiones particulares a determinados mercaderes.
El número de carros de guerra
en la Iberia era muy grande; pues Solou en el Atlánticus Sermo, decía que los
etíopes hesperios contaban entre sus fuerzas militares 10.000 carros de guerra
además de la caballería, arqueros, honderos y una escuadra de 1.200
embarcaciones (Literatura celta hispana, pág. 393). Herodoto refiere
que la tribu libia de los Sauces tenía múltiples carros de guerra guiados por
las propias mujeres de cada uno de los guerreros, y agrega que el uso de esos
carros de guerra lo aprendieron los griegos de los libios (Herodoto, lib. IV;
.capítulos CLXXXIlI a CXCllI), enseñanza que a su vez los iberos transmitieron
a los celtas, según Berlioux (Les Atlantes pág. 107).
Refiere Punicor (1, 222), que
con los ejércitos iberos iban los carros de transporte, plaustra vehicula; de
los que se valieron los vetones contestanos, incendiando los carros que
arrastrados en vertiginosa carrera produjeron el espanto y desorden en las filas cartaginas, que aprovecharon aquellas
para derrotar a éstos, matando a Asdrúbal su General y a una gran parte de su
ejército; esa misma estratagema que repitieron con éxito los vacceos destrozando y poniendo en fuga al
ejército de Sempronio Graccho.
Catón en su Originum (lib.
111) hace mención de los carros de transporte usados en Cataluña.
De lo consignado se
desprende, como consecuencia Indudable, la importancia que, tuvieron las civilizaciones
tártara e ibera; y la existencia de su sistema complejo de comunicaciones
terrestres y marítimas. (...)
Los pueblos ibéricos, en síntesis, alcanzaron una
civilización muy adelantada en relación con la época de su existencia y dispusieron de una red de
comunicaciones de mucha extensión, si bien las características de las vías
terrestres eran bien distintas de las actuales perfeccionadas, pero estaban en
relación con los medios de transporte a que debían servir.
Mayo 1917.
Hola, buenas tardes. Gran post. Estaría interesado en saber quien es el autor de la penúltima imagen, el dibujo que reconstruye el Carro de Orbe. Estoy realizando un trabajo y me vendría muy bien citar esa imagen. ¿Podrías decirme de donde la has sacado o si tienes más información sobre ella?. Gracias
ResponderEliminarBuenos días,
ResponderEliminarEl dibujo del carro de Orbe, corresponde a una serie de dibujos realizados por José María Fernández Bielsa para el libro de FCC: Historia de nuestros caminos.
J. Bielsa, como abreviaba en su firma, fue un importante dibujante de comics y lo que ahora se llama diseñador grafico, que también colaboro con diversas publicaciones, entre ellas los libros editados por Fomento de Construcciones y Contratas.
Saludos cordiales.
Ferran Lería